Publicado 18 de agosto de 2023

Recuperar la figura del aprendiz

Aprender aprendiendo es una urgencia en la actualidad, donde jóvenes, el sector productivo y el mercado laboral demandan nuevas competencias y habilidades que se deben aprender en menos tiempo.

Por: Comité Editorial Asocajas, con colaboración de Renata Samacá, Líder de Análisis Económico y Empleo.

El aprendiz juega un rol fundamental en el desarrollo de las sociedades. Es una figura que ha permitido evolucionar, tecnificar e innovar diversos oficios a lo largo del tiempo, pues bajo la tutela de un maestro aprendía mientras trabajaba. El aprendiz ha sido testigo –y protagonista– de cambios significativos en la forma en cómo se educaba para el trabajo; sin embargo, con el paso del tiempo, la formación universitaria fue ganando protagonismo y relegando al aprendizaje desde la práctica a un segundo plano.

El aprendiz llegó a las aulas a adquirir y producir conocimiento. Fue la constante durante las últimas décadas. Pero, hoy las universidades enfrentan desafíos como las bajas matrículas, deserción y desinterés; y se suma que la juventud ha priorizado la búsqueda de alternativas para adquirir habilidades prácticas y competencias relevantes en menos tiempo. ¿Por qué es importante retomar esta figura, especialmente para los jóvenes que han transformado su relación con la educación, el trabajo y la necesidad de generar ingresos?

Esta pregunta, nos lleva a hablar de la oportunidad para adecuar los modelos educativos a un enfoque de la enseñanza práctica o el “aprender haciendo”, lo que permite el desarrollo continúo de habilidades. Se trata de una posibilidad para atraer nuevamente a los jóvenes a la academia y encontrar soluciones para emparejar las necesidades de las empresas con la educación.

Actualmente, en Colombia existen programas de educación entre los 2 y 5 años para la formación técnica y universitaria, y hace unos años la vigencia de ese conocimiento era de alrededor de 20 años.  Sin embargo, hoy la foto es diferente, porque la obsolescencia de los programas académicos, sin importar la disciplina, es de 5 años en promedio, por lo que es necesario aplicar nuevos modelos.

Este enfoque es lo que conocemos como modelos de educación dual. Experiencias en Alemania y Suiza han sido tomadas como referencia debido a su éxito en la formación de trabajadores altamente capacitados, pues basan su sistema en el aprendizaje en la empresa, lo que fortalece la adquisición de habilidades y competencias específicas demandadas por el sector productivo. En pocas palabras, centrar el aprendizaje en cualificaciones y habilidades que se ponen en práctica día a día, sin esperar a tener el título.

Pero esta transformación trae consigo un reto adicional: no descuidar el aspecto humanista de la educación. La académica y filósofa estadounidense, Martha Nussbaum, quien enfatiza en la relevancia de las competencias socioemocionales y el liderazgo en la sociedad para garantizar la construcción de un mercado laboral que apueste por el bienestar y la productividad de las personas.

En este modelo las Cajas de Compensación Familiar cobran un rol protagónico al crear, promover e incentivar la educación dual. Son instituciones que cuentan con un ecosistema sólido que involucra a empresarios, lo que garantiza que la formación esté en sintonía con las necesidades del sector productivo. Además, la cercanía con el afiliado, que en este caso es el trabajador, permite una atención personalizada y un enfoque holístico hacia la educación y el desarrollo de habilidades socioemocionales.

Con la educación dual se logran afrontar desafíos contemporáneos para la formación para el trabajo, pues se logra ajustar modelos que pueden responder más rápidamente a los cambios del sector productivo, la innovación, la tecnología y lo que conocemos como la cuarta revolución industrial, o inteligencia artificial. Es el camino para transformar la educación tradicional a una herramienta para encontrar soluciones viables.

Todo lo anterior, sin perder un enfoque humanista y retomando prácticas y oficios ancestrales que perduran gracias a la relación del maestro y el aprendiz, la cual hoy sería un mecanismo para atender –y entender– las necesidades y prioridades de la juventud y su relación con el dinero y el trabajo. 

 

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