El popular dicho “mis compañeros de trabajo son como mi segunda familia” se cumplió a cabalidad en la cuarentena obligatoria.
Bastante hemos conversado sobre la llegada inesperada del COVID-19 el pasado mes de marzo, ese extraño virus que irrumpió en nuestras vidas, cambió la realidad de todo el planeta y nos mantiene bajo el cuidado del hogar.
Hemos hablamos de la nueva realidad en la cual, para quienes nos mantuvimos en casa, debimos adaptarnos rápidamente, de las actividades familiares, los nuevos espacios de esparcimiento, la educación virtual, el teletrabajo o la salud física y telemedicina, entre otros. Pero no hemos conversado por ejemplo sobre aquellos que trabajan en campamentos de carbón, oro o en refinerías, por mencionar algunos ejemplos, quienes tuvieron que pasar la cuarentena en sus lugares de trabajo, porque el oficio que realizan o su modalidad de contratación no les permitió encontrarse con sus seres queridos.
¿Imaginas vivir la cuarentena en un lugar diferente a tu hogar? ¿imaginas tener que pasar 24 horas del día, los 7 días de la semana con tus compañeros de trabajo? Precisamente este fue el caso de los trabajadores de una planta de procesamiento de oro, a quienes, el COVID-19 sorprendió con su llegada mientras justamente construían la planta en Buriticá, Antioquia. Ellos, cumpliendo con lo decretado por el Gobierno Nacional y atendiendo las restricciones de movilización, se mantuvieron en sus lugares de trabajo ya que las salidas a descanso se pausaron. Casi seis meses después, cuando se modificaron las medidas estrictas, algunos pudieron reencontrarse con sus seres queridos.
Acostumbrados a cumplir con turnos 21 – 7 (21 días en el campamento, 7 días de descanso en casa) y convivir con sus compañeros de trabajo gran parte del mes, 230 trabajadores del consorcio compartieron los más de 150 días que duró el confinamiento en el país. Nos cuentan que hubo un grupo de casi 90 personas que al momento de declarar la cuarentena se encontraban en sus casas y no lograron reintegrarse para continuar sus labores.
¿Cómo vivieron el confinamiento lejos de casa? ¿Qué hacían en los tiempos libres? ¿Cómo separaban el trabajo del espacio personal? ¿Hubo cambios en la dinámica del campamento? ¿Tuvieron aliados para sobrellevar este tiempo?
Un verdadero beneficio emocional
Un campamento equipado para 510 personas cuyas áreas de comedor, gimnasio y ocio se convertían en el espacio de afluencia, se transformó en la vivienda de obreros, ejecutivos y personal de apoyo logístico, quienes pasaron de ser compañeros de trabajo a ser una gran familia. “Antes teníamos mucha rotación porque había 4 turnos para salir, en donde se iban en promedio 120 personas por los 7 días de descanso. Cuando comenzó la pandemia las salidas se frenaron y nos vimos enfrentados a trabajar y convivir con las mismas personas, lo que hizo que el grupo estuviera más compenetrado”, asegura Laura Molina, administradora del campamento.
Con el cambio en la dinámica de salidas a descanso, también comenzaron las modificaciones dentro del campamento, pues la jornada de trabajo solía ser de 7 de la mañana a 6 de la tarde y pasó a finalizar a las 4:00pm; el turno ya no era 21-7 sino que trabajaban todos los días de la semana y el día de descanso era el domingo. Pero no todo se reducía al ámbito laboral, para pasar el tiempo se ingeniaron actividades que les permitieran desconectarse del trabajo, desestresarse o hacer lo que más les gustaba.
Además de compartir tiempo en el trabajo con los compañeros del campamento, los espacios de ocio y esparcimiento cobran gran relevancia porque permiten que las relaciones personales se fortalezcan y que se creen los vínculos de amistad y hasta de familia que en algunos casos perduran por muchos años.
“Al comienzo parecía que estuviéramos en un internado, había conflictos porque el uno había entrado a la habitación con los zapatos sucios, el otro quería ver televisión o hablar por celular hasta tarde, otro tenía su espacio desordenado, era una locura, pero esto es propio de la convivencia. Por supuesto, el tiempo fue haciendo su trabajo y si bien algunos tuvieron que ser cambiados de habitación porque peleaban como hermanos, la gran mayoría logramos ponernos de acuerdo y hoy puedo decirte que este momento tan difícil, sin mis compañeros de trabajo, que hoy son mis amigos, no hubiera sido lo mismo” aseguró Ulises Torrijos.
Por otra parte, la administradora nos cuenta que hubo casos que desde el inicio de la pandemia tomaron el “encierro” con la mejor actitud, como Johan Orozco, quien aseguró que ya está acostumbrado a pasar largos periodos de tiempo alejado de su familia “desde hace mucho tiempo he trabajado así, he festejado cumpleaños por videollamada, he pasado largas horas hablando por celular. A mí, el pasar la cuarentena con más gente me pareció bacano. Muchas personas tuvieron que estar encerrados en cuatro paredes, en cambio acá teníamos diferentes espacios para socializar mientras seguíamos trabajando, yo creo que la pandemia no cambió mucho mi vida en ese sentido”.
Al respecto, la administradora afirmó que “Era un hecho que debíamos pasar la cuarentena en el campamento y como debíamos convivir juntos sin saber por cuánto tiempo, teníamos que inventar algo para mantener a la gente feliz: hicimos grupos para cocinar, los compañeros jugaban billar y los asados no faltaron.
Si bien no registramos casos COVID-19, en medio de esta incertidumbre lo que más teníamos que cuidar era la salud física y mental de los trabajadores, por esto llamamos a Comfama, nuestra Caja de Compensación Familiar, quienes se convirtieron en nuestro mayor aliado en esta época.” afirmó la administradora.
Es en estos escenarios donde la oferta de valor “Cuidarte es cuidarnos” de la Caja de Compensación cobró mayor relevancia. Alejandro Grajales, responsable de Regiones de Comfama, cuenta que “Si bien los últimos meses han sido complejos y retadores para toda la población en general, evidenciamos con nuestras empresas afiliadas que teníamos unos casos de mayor complejidad, en donde desde la Caja nos propusimos acompañar con mayor determinación, fue así como en trabajo conjunto con la dirección y administración de la empresa SKHL, contratista del proyecto Continental Gold – Zijin en el municipio de Buriticá occidente de Antioquia, gestamos y ejecutamos 3 actividades que aseguraron la recreación e integración a los trabajadores que por causa del Covid-19 quedaron totalmente aislados en el campamento debido a las restricciones de movilidad”.
Estas actividades consistieron en el acompañamiento de un bingo para más de 400 personas, una biblioteca viajera con unos 150 ejemplares y balones de futbol para que pudieran ejercitarse. “De esta forma activamos cuerpo y mente, componentes esenciales para el cuidado y la salud mental tan relevantes en estos momentos por los que atravesamos en el país”. concluyó Grajales.
Para algunos trabajadores del campamento, estas actividades fueron de gran apoyo para poder sobrellevar el tiempo y dejar de pensar en los días que hacían falta para regresar a casa, este es el caso de Rodolfo Madera quien asegura que “Permanecer tanto tiempo en el campamento sin poder abrazar a tus seres queridos es una prueba muy difícil que afortunadamente logramos superar, pero sin duda, poder jugar futbol, sentarse a leer un libro o hablar con tus compañeros de trabajo, que se convierten en tu segunda familia, fue un punto crucial para no perder la cordura.”
Al cierre de esta edición, pocos habían logrado retornar a sus hogares, como el caso de la administradora del campamento que pudo “conocer” nuevamente a su primer nieto, a quien vio por última vez cuando tenía 15 días de nacido “a pesar de que lo veía todo el tiempo por videollamada o fotos, nada se compara con poder estar con él, verlo reír, dormir, jugarle” nos manifestó. O el caso de Jorge Meza, que luego de fundirse en un abrazo con su esposa, disfrutó de su comida favorita en el calor de su hogar “no veía la hora de volver y comerme ese arroz con pollo, no lo puedo describir, yo creo que daba por sentado este tipo de cosas”.
Esta situación por la que atravesamos nos ha hecho recordar con nostalgia las celebraciones en familia, nos ha hecho extrañar, atesorar momentos y ser más conscientes del presente. Independiente de los diferentes casos, algo sí tenemos seguro, hemos cambiado y no volveremos a la nueva realidad con el mismo pensamiento que teníamos antes del 22 de marzo cuando se declaró la cuarentena obligatoria.