Si algo ha dejado el confinamiento causado por el coronavirus, es la necesidad de replantear la vivienda; sus espacios, usos, distancia, y claro, el número de personas que habitamos dicho territorio llamado hogar.
Antes de la pandemia, era común encontrar construcciones de vivienda con áreas pequeñas. Atrás quedaban los recuerdos de las tradicionales casas con espacios amplios, patios y jardines, en parte porque esas casonas que albergaban también numerosas familias, ya no encontraban utilidad frente a las nuevas conformaciones del hogar. Y es que el número de personas por hogar es un factor determinante para definir la necesidad o no del espacio.
Según la Encuesta de Calidad de Vida del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, mientras que en 1997 en el país un hogar era de 4 personas, en promedio, para 2019 bajó a 3 personas en todo el territorio nacional.
Lo anterior se complementa con un estudio realizado en 2019 por la Asociación Bancaria y de Entidades Financieras, Asobancaria, el cual muestra que la conformación de los hogares, fundamentalmente desde el punto de vista de la disminución progresiva en el número de integrantes, es uno de los factores para comprender la dinámica del mercado de la vivienda en Colombia.
Además de encontrar que los colombianos que se lanzan a comprar su vivienda tienen entre 31 y 40 años, estos están dispuestos a sacrificar espacio por el precio de los inmuebles cuando quieren una vivienda nueva.
Precisamente, el área de la vivienda en Colombia ha disminuido significativamente. En 2008, el promedio del área de una vivienda no VIS era de 124 metros cuadrados, pero diez años más tarde, en 2019, dicha área promedio bajó a 98 metros cuadrados. A eso se le suman los cambios no solo demográficos sino de urbanismo en el que la densificación de las zonas urbanas juega un papel relevante.
Un ejemplo de las decisiones que se toman sobre el espacio le ocurrió a Esperanza Rojas, comunicadora social de la Universidad Javeriana, quien en marzo se mudó de su casa de 110 metros cuadrados a un aparta-estudio de 40 metros cuadrados en el centro de Bogotá, para estar más cerca de su trabajo. “Para mí era perfecto un espacio pequeño por economía y cercanía a mi trabajo. Como uno nunca se la pasa en la casa, no le veía problema. Mi trasteo fue una semana antes de que la Alcaldía de Bogotá decidiera realizar el simulacro de cuarentena.
Mi madre había llegado desde Flandes para ayudarme, pero con la pandemia se quedó el aislamiento conmigo y aunque nos adoramos ha sido muy difícil la falta de espacio y privacidad”, relata Rojas. El espacio contaba con un solo ambiente para sala, comedor, cocina, habitación y un pequeño balcón. “Uno no se imagina lo importante que es tener espacio cuando no puedes salir de casa”, añadió.
La falta de espacio no solo se ve en los hogares unipersonales. En el caso de Gustavo León, docente y padre de familia, su vivienda resultó pequeña en tiempos de confinamiento “En mi caso ha sido un desafío enorme adaptarnos a la vida en un espacio reducido. Yo vivo con mi esposa y dos hijas en un apartamento de 55 metros cuadrados. Nos ubicamos en esta zona por cercanía al colegio de mi hija mayor y por los parques. Pero cuando la vida se reduce solamente a tu casa, esto genera ansiedad y nos afecta emocionalmente a todos. Si algo nos dejó esta pandemia a mi familia y a mi es que apenas podamos buscaremos un sitio más grande”, comenta.
Pero la necesidad de más espacio también es explicada ante la nueva realidad de medidas sanitarias que deben ser tenidas en cuenta para mitigar el riesgo de contagio. Fue el caso de Andrés González, trabajador en el aeropuerto de Bogotá, quien tuvo sospecha de contagio de coronavirus en mayo pasado. “Mi mayor temor fue que mientras esperábamos los resultados de la prueba, el aislamiento que debía tener con mi esposa y mi hijo fue muy difícil, entre otras, porque en la casa solo tenemos un baño. Por fortuna, solo fue el susto porque la prueba salió negativa”, contó.
Al respecto, la presidente ejecutiva de Camacol, Sandra Forero Ramírez, considera que “debemos reconocer y anticipar los cambios sociales y de comportamiento que este nuevo panorama de salud pública dejará sobre los hogares compradores en términos de sus preferencias y expectativas así mismo, acelerar como sector y en trabajo conjunto con el Gobierno, todas las trasformaciones necesarias que permitan seguir creando condiciones para la inversión inmobiliaria”.
La importancia del espacio en casa
El tamaño de una vivienda puede ser un indicador de equidad en una sociedad, así como la flexibilidad de poder realizar cambios en los espacios. De acuerdo con el DANE, en Colombia el 41,6% de los hogares vive en una casa propia pagada mientras que el 35,7% se encuentra en arriendo o subarriendo.
Uno de los grandes cambios que traerá la pandemia en la tendencia de los proyectos de vivienda es la distribución de los ambientes. Antes del confinamiento, la oferta de espacios valoraba más las actividades que la propiedad horizontal ofrece a sus habitantes como una zona de parrilla, un gimnasio, salones de reuniones, entre otros servicios. Bajo esa mirada, se sacrificaba un poco el área privada de uso como vivienda para tener servicios que lo complementen. La realidad que nos muestra la pandemia es que seguramente aparecerán nuevos proyectos que le den prioridad, por ejemplo, a tener mayor luz natural y un poco más amplios.
Por su parte, en el escenario de los hogares que viven en arriendo, Cristina Calderón, agente comercial de una inmobiliaria de Bogotá, comenta que “algo que se vio durante el confinamiento es que las personas no solo entregaban los apartamentos que arrendaron por falta de ingresos. Muchos lo hicieron porque tenían familia en una zona rural o la posibilidad de estar en el campo. Y ahora que se está reactivando todo, hemos notado el interés de inmuebles que tengan más espacio”.
La evolución del urbanismo en ciudades principales, en el transcurso de las décadas han tenido que enfrentar retos sobre la construcción de vivienda. Un estudio realizado por la Pontificia Universidad Javeriana y publicado en la Revista Invi de Chile muestra el urbanismo informal como una de las problemáticas que perduró en el siglo XX. Según la investigación, “las familias de menor ingreso han sido relegadas al urbanismo informal, bien sea a través de parcelaciones de terrenos rurales desarrolladas y vendidas ilegalmente, o a través de ocupaciones irregulares (…) Los tamaños de predios han sido progresivamente más bajos a lo largo del tiempo”.
En este sentido, la política de vivienda y los cambios en los proyectos han sido vitales para ofrecer una solución digna con espacios integrales y nuevos servicios que complementen la habitabilidad. Uno de los proyectos emblemáticos de urbanismo, en ese aspecto, es la ciudadela Colsubsidio desarrollada en 1989 en el occidente de Bogotá con una oferta de mercados, colegios y unidades residenciales que se complementan. También la Ciudadela Comfandi en Cali, que por 1985, fue un referente en materia de urbanismo para los caleños que tuvieron, de primera mano, la experiencia de no tener que desplazarse mucho a un puesto de salud, ya que la zona contaba con su Centro de Salud.
‘Millenials’ nuevos propietarios en la post pandemia
La vivienda en la post pandemia seguramente tendrá nuevos elementos a considerar y también nuevos interesados. Algo llamativo ha sido que la generación millenial manifestaron interés en adquirir una casa propia, algo que, hasta antes del coronavirus en el mundo, no estaba en sus prioridades. De acuerdo con The Wall Street Journal, gracias a las bajas tasas de interés que en este momento se fijan para darle dinamismo a las economías, la población entre los 20 y 30 años ven como una sólida oportunidad la adquisición de viviendas, a tal punto, que representaron el 34% de las ventas de casas en julio de 2020.
En el caso colombiano, la reactivación del sector y los resultados del mercado de vivienda nueva empiezan a dar señales de una recuperación sostenida. “Durante julio de 2020 las ventas crecieron un 12%, siendo tres veces más que las registradas en abril” indicó la dirigente de Camacol. Los interesados en comprar casa, también pueden aprovechar los diferentes beneficios que está otorgando el Gobierno Nacional y el complemento de recursos que ofrecen las Cajas de Compensación. En ese aspecto, Camacol plantea la meta para 2020-2022 de construir 500 mil viviendas formales.
De hecho, el Ministerio de Vivienda lanzó en septiembre un ambicioso programa de 100 mil subsidios para compra de vivienda nueva No VIS de hasta 500 salarios mínimos ($438 millones). Los beneficiarios de los subsidios No VIS recibirán mensualmente cerca de $439 mil pesos durante los primeros 7 años del crédito, lo que equivale a un subsidio total de 42 salarios mínimos (más de $36 millones) para que más familias puedan hacer realidad el sueño de tener casa propia.
Otra de las opciones para los que estén pensando en comprar vivienda es el subsidio concurrente. Esto es la suma de ayudas que brinda el Gobierno Nacional, por ejemplo, con programas como Mi Casa Ya, y los beneficios que otorgan las Cajas de Compensación Familiar a los hogares que ganan hasta dos salarios mínimos mensuales, equivalentes a $1,7 millones.
Ahora bien, si ya es propietario de una vivienda y tiene las necesidades de un espacio más amplio, una de las opciones que puede tener en cuenta es acudir, por ejemplo, a los beneficios económicos que ofrecen las Cajas de Compensación Familiar para el mejoramiento integral de la vivienda. Para 2020, los valores fijados en el desembolso de subsidio de mejoramiento de vivienda están en 18 smmlv.
De todas maneras, bien sea comprando una casa, mejorando la que tiene o buscando en arriendo una mejor oferta de espacio, los colombianos tendrán en cuenta, en la medida de sus posibilidades, un hogar que les permita no sentirse hacinados, cumplir con las nuevas disposiciones sanitarias para mitigar los contagios y concebir su casa no solamente como un lugar al que se llega a dormir, sino también donde se puede desarrollar cómodamente su proyecto de vida. También será el resultado de un trabajo conjunto entre las diferentes instituciones, tanto públicas como privadas, para viabilizar las condiciones que les permitan a los ciudadanos llegar a casa y volver a sentir o expresar la recordada frase: “Hogar dulce hogar